Durante mi viaje a Panamá, paramos unos días en Santa Catalina. Playas vírgenes donde la naturaleza y la diversidad destacaban inmensamente. Donde el reloj, las prisas y el tiempo parecían no tener cabida, y la humanidad formaba parte como una pieza más de todo el engranaje del ecosistema, sin dañar al resto de piezas.
Fueron varios días, sin móvil, tv o internet, tres días de desconexión del mundo para conectar, precisamente, con él.
Conocí a gente diferente, ví paisajes y amaneceres de esos que ves en las revistas pero que no crees que existan realmente. Y sobretodo, conocí y pude fotografiar especies animales y vegetales desconocidas para mí hasta el momento.
Este loro coroniamarillo fue una de ellas, vivía en el árbol cerca de mi habitación y entre su curiosidad y la mía pude fotografiarlo una de las tardes.
Como he dicho, se trata de un loro coroniamarillo (Amazona ochrocephala panamensis), mide unos 36 cm de longitud y esta especie no presenta dimorfismo sexual entre machos y hembras.
No suele encontrarse en bandadas sino en parejas, y es un ave de tierras bajas cuya alimentación se basa fundamentalmente en semillas.
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